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Saludo al Papa Francisco por Hermana Marisol, mar

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Querido Santo Padre, en nombre de todos los hermanos y hermanas que conformamos la Vida Consagrada en el Ecuador, le dirijo un afectuoso salud.

En primer lugar, gracias de todo corazón por regalarnos este tiempo dentro de su visita apostólica al Ecuador. Sentimos que estamos viviendo el momento más importante en este año de la Vida Consagrada, es una dicha tenerle entre nosotros.

Para nosotros es una inmensa alegría entregarnos cada día a la misión en un país caracterizado por la multiculturalidad para hacer presente la verdad y la justicia que nace del Evangelio en medio de nuestro pueblo. Nuestra forma de vida nos pone en una situación privilegiada para hacer creíble el Evangelio y la utopía del reino y nos hacen más disponibles para ir donde la iglesia nos reclame. Nuestra ilusión es vivir con Jesús en una entrega cercana y samaritana.

 La Vida Consagrada en Ecuador es andariega, se desinstala para estar con los últimos en esta tarea ardua, silenciosa, provocadora, fascinante, nos sentimos felices, porque compartimos un mismo proyecto, una misma aventura, un mismo camino, un mismo sentir, un mismo espíritu, el Espíritu de Dios.

Yo misma como religiosa joven me siento privilegiada de vivir mi consagración junto con hermanos y hermanas que tienen este mismo talante. En sus palabras, Santo Padre, que nos han invitado a primeriar, encontramos una confirmación de ese estilo que vivimos, aunque sabemos también que se trata de un auténtico desafío para lanzarnos a transformarlo todo.

Este encuentro con usted marca en nosotros un nuevo comienzo, nos estimula a una mayor conversión para ser los primeros a vivir lo que comunicamos y pedimos a nuestro pueblo, deseamos tomarnos más en serio nuestra vocación de ser espacios alternativos para la sociedad.

Queremos conquistar la libertad de perder el tiempo, por las necesidades del joven reflejando cómo usted ya nos ha dicho, perder el tiempo junto al joven es esa misericordia gratuita donde todo el mundo pueda ser acogido, perdonado, amado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio. Nos comprometemos los consagrados y consagradas a vivir el presente con pasión, a leer la vida desde la fe y la palabra, que nos convoca e interpela a estar abiertos a la novedad del espíritu para dar respuestas actuales y liberadoras siguiendo el impulso de nuestros fundadores y fundadoras.

Gracias, Santo Padre, por estar entre nosotros, su testimonio nos impulsa siempre a vivir la alegría del Evangelio desde el encanto, la sensibilidad y la belleza de la Vida Consagrada. Los consagrados y consagradas del Ecuador le deseamos fuerza y salud para proseguir en su misión de pastor y le reiteramos nuestro total apoyo a las decisiones e iniciativas que tome para que la Iglesia sea más fiel al Evangelio. Cuente con nuestra filial adhesión y con nuestras oraciones. Gracias.

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