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Una comunidad «inter» al servicio de los consagrados de Brasil

Entrevista de Luís Alberto Gonzalo Díez Gonzalez, publicada na revista Revista Vida Religiosa da Espanha

Convivimos con la comunidad «inter» de la CRB (Conferencia de Religiosos de Brasil) que está en Brasilia. Se trata de una experiencia muy especial. No han llegado a la CRB porque no tuviesen qué hacer en sus congregaciones, sino por ser valiosos y necesarios en ellas. No han dejado su vocación, nos cuentan que ésta se ha visto enriquecida por la pluralidad y la urgencia de la misión.En la fotografía quienes nos ofrecen un nuevo rostro de comunidad. De pie, Mário Roessler (Missionário do Sagrado Coração), Maria Inês V. Ribeiro (Mensageiras do Amor Divino) y Francisca Wanderley (Instituto Josefino). Sentadas, de izquierda a derecha: Dionisia Pereira Duarte (Irmãzinhas da Imaculada Conceição), Maria de Fátima Kapp (Servas do Espírito Santo) y Rosana dos Santos Lima (Pequenas Missionárias de Maria Imaculada).

Nuestra conversación comienza en la casa comunidad de la CRB… Lo hacemos, además, como acción de gracias tras la celebración de la Eucaristía…

Si tuviesen que señalar el mayor cambio que han experimentado al pasar de su comunidad a formar parte de esta comunidad intercongregacional, sería…

Para mí el mayor cambio es la convivencia con personas diferentes. Estaba acostumbrada a la vida en comunidad de mi congregación, donde hay una base común carismática. Aquí me costó abrirme a la pluralidad de los carismas, nos dicen Francisca y Rosana. Para mí –dice Mario– fue diferente, porque estaba acostumbrado a la estructura masculina de la vida religiosa y supone un cambio muy notable la adaptación a la estructura mixta con la convivencia con las religiosas. No me dio miedo ser el único hombre. Ciertamente es un enriquecimiento para todos el poder vivir y realizar la misión desde distintas perspectivas.

Fátima era superiora provincial en su anterior servicio de misión. Nos dice que para ella el mayor cambio fue dejar hacer y la organización de la comunidad.

Soy también bastante metódica –apunta– y me gusta dejar organizado y previsto todo lo que voy a hacer. En una comunidad como la nuestra hay muchos viajes, la misión es muy exigente… Soy del sur del Brasil y ahí somos muy metódicos, pero en el centro y en el norte son muy diferentes, son mucho más libres y espontáneos. Vivimos aspectos claros de interculturalidad.

Sin duda, estamos hablando de diferentes estilos congregacionales que tienen que converger…

Eso es, para mí la gran dificultad fue adaptarme a las diferentes vivencias de cada uno, a los distintos estilos congregacionales. Pero por otro lado está la riqueza inmensa de la convivencia entre los carismas y también la espiritualidad de los que formamos parte de esta comunidad. La adaptación que supone al comienzo pronto se transforma en la gran riqueza de una vida religiosa poliédrica y llena de matices variados.

Es cierto, –subraya Inés–, ese desafío es la complementariedad de las distintas espiritualidades que se enriquecen en la común búsqueda de Dios pero sin perder de vista lo particular de cada carisma. Lo cierto es que esta experiencia es una alegría que nace del aprendizaje de la vida común que siempre es nueva. Percibo que cada uno trae dentro de sí ese deseo de búsqueda de Dios, en su propia individualidad, en su propio crecimiento.

El punto de partida espontáneo de nuestra conversación con la comunidad ha sido la espiritualidad. Quiere esto decir, que la convocatoria al servicio de la misión es en fe. Si nos acercamos un poco más, a cada uno, descubrimos que es una comunidad de personas muy valiosas.

Yo lo que destacaría es que todas las personas que formamos esta comunidad intercongregacional somos libres, y al mismo tiempo todos somos líderes, y el gran reto es poder coordinar todos estos liderazgos. Por ello, supone una adaptación a la forma de hacer y de pensar de los otros. Aunar las individualidades en un proyecto común.

Quien así habla es Dionisia, que es Secretaria General de la CRB. Y afirma además:

Yo no percibo una dificultad en la oración o en la espiritualidad porque siempre compartí carisma y misión con laicos. Se trata de acoger al Espíritu de Dios que pasa. Con relación al carisma, vivirlo en una comunidad intercongregacional, yo diría que se subraya de manera más clara. Me siento más cerca de mi congregación que cuando vivía en una de sus comunidades. Supone una responsabilidad mayor vivir en medio de otros carismas dejándose enriquecer por los demás.

Hay un aspecto que me gustaría resaltar –nos dice Inés– hay un cambio interno que he experimentado. Mi congregación es Mensajeras del Amor Divino y me siento más interpelada a vivir la experiencia carismática no como defensa sino como modo de expresar una vida coherente.

Y continúa en la sede de la CRB. Un lugar especialmente luminoso y afectado por el ruido de una ciudad, Brasilia, llena de vida. Los miembros de la comunidad «inter», pasan a integrarse al equipo mixto de trabajo con los laicos.

Nos acercamos al despacho de proyectos sociales. Allí Fátima continúa explicándonos su actual destino. Seguimos inquietos por esta realidad de una comunidad «inter».

¿Cómo se planificó para no caer en la improvisación?

Para formar una comunidad intercongregacional antes hay que realizar un gran trabajo. Cada institución preparó un documento sobre un tema: vida de comunidad, misión, mística… este tipo de comunidad es una gran oportunidad para las congregaciones pequeñas porque las que se sienten fuertes no siempre ven la necesidad de vivir y actuar en red. Por eso este proyecto nace para ayudar a estas pequeñas comunidades que están en la base y que se apoyan mucho en la conferencia de religiosos. Al principio no fue fácil porque nunca había tenido esa experiencia. Poco a poco fui abriendo mi corazón en este discernimiento. En un comienzo me dio la sensación de que las cosas no tenían mucha consistencia en el proyecto de vida y misión. Pero, poco a poco, fui entendiendo y rezando, hablando con unos y otros. Decidimos reorganizarnos y ver cuáles eran nuestras prioridades en la vida de comunidad, de oración, de solidaridad… y de este modo llegamos al momento actual en el que lo vivimos como algo esperanzador.

Con respecto a su congregación ¿Cómo se siente ahora en ella?

Yo me siento muy unida a mi congregación, voy dos meses al año. Cuando lo hago estoy mucho tiempo con las hermanas, a veces he de reconocer que siento nostalgia. Es un momento precioso de intercambio de palabras y sobre todo de cariño.

Pero lo cierto es que me siento contenta con la situación que ahora me toca vivir. Soy una persona muy comunitaria y me gusta mucho compartir las cosas buenas y las menos buenas. Y en nuestra comunidad intercongregacional esto se puede hacer, aunque la formamos personas muy diferentes.

Si algo caracteriza a Dionisia es su delicadeza. Es de esas personas que parece que no está, pero está en todo. Es eficaz sin caer en el eficacismo. Su tarea es fundamentalmente burocrática, pero no ha olvidado su consagración para ser de calle.

Mi área es la secretaría general –nos dice–. Se puede resumir el trabajo en una labor de comunicación con todos los miembros asociados, que son más de quinientas congregaciones. Correspondencia, documentos, cursos, elaboración de calendarios… en fin, la vida normal de una institución.

¿Qué es lo que más le costó para vivir la comunidad «inter»?

En realidad, las dificultades son las normales de cualquier comunidad. Yo me siento muy feliz. Es una oportunidad para convivir con otras congregaciones y con laicos, en muchas áreas de Brasil. Anteriormente ya había trabajado en la sede de la Conferencia Episcopal Brasileña. Para mí este trabajo de comunicación también es una misión pastoral y una riqueza personal.

En nuestra comunidad «inter» también hay dificultades. Hay diferentes generaciones viviendo en común, distintos modos de pensar, diferencia sexual… Como somos diferentes también vivimos la vida religiosa de manera diferente, pero seguimos buscando el rostro común de Dios. Yo resumiría mi tiempo de vida en la comunidad en que todos hemos aprendido el valor de la comunión y, desde él, hemos relativizado muchas cosas que antes nos parecían importantes. Y no lo son.

Llegamos al despacho de la Presidenta de la CRB. María Inés Vieira, es una mujer de aspecto frágil, formas suaves, criterios claros. Un estilo de liderazgo interesante para este tiempo. Ni se queja, ni magnifica, sencillamente, sabe estar. Con ella 40.000 religiosos y religiosas en un país inmenso y lleno de contrastes como Brasil.

¿Cómo se encuentra?

Serena. Convencida del vivir y hacer de mis hermanos y hermanas al servicio de la Conferencia de Religiosos. Para mí el gran desafío no es la organización de la CRB, aunque haya 20 regionales y una sede nacional, sino que es la misión de la CRB, que es la animación de la vida consagrada, hacer crecer la vida de los consagrados.

Al comienzo reconozco que me quitó el sueño. Pero poco a poco fui descubriendo que esto no es solo una responsabilidad mía sino de todo el equipo. Tenemos que llegar a cuarenta mil religiosos en todo Brasil y esto es un desafío muy grande. Es cierto que el momento que atraviesa la vida consagrada no es fácil. Vivimos circunstancias muy parecidas a Europa: falta de vocaciones, envejecimiento… pero detrás de todo ello divisamos una gran esperanza que es la búsqueda seria de una nueva forma de ser y de estar. El último congreso que hicimos versaba sobre esto bajo el título de “Una nueva identidad mística”. Con él se buscaba renovar el corazón de la nueva vida consagrada.

Háblenos de su llegada a la casa-misión…

Llegué a la comunidad «inter» en julio de 2014 y había dejado de ser general en enero de 2014, fui 18 años Superiora General.

Trabajar tantos años en el gobierno marca mucho…

Marca porque se vive de una manera muy intensa el carisma y la misión. Pero ahora veo como muy necesario el estar un poco apartada de mi congregación después de tantos años de gobierno, para mí y para la institución, porque de este modo todos podemos actuar con mayor libertad. Algunas hermanas decían que no se imaginaban la congregación sin mi presencia en la coordinación. Por ello es muy bueno después de 30 años en el gobierno permanecer algo distante en esta comunidad «inter» para dar así oportunidades a los nuevos liderazgos que ya son una realidad. Pienso que un liderazgo bueno implica saber cesar y alejarse.

Al llegar a la comunidad «inter» me costó un poco porque ya no tenía el papel de superiora sino que debía consultar y dialogar en el día a día, redefiniendo cada uno nuestros roles.

¿Cómo definiría la relación con su congregación?

Voy bastantes veces. Hace poco, en octubre, estuve participando en un foro para la revisión de los estatutos en Curitiba. Siempre voy a un retiro anual y hago bastantes visitas esporádicas.

En la comunidad «inter» tenemos todos los meses retiro, aunque también tenemos retiros a nivel de la confederación. Ahora voy a dar un retiro a un monasterio contemplativo de religiosas benedictinas.

¿La vida contemplativa pertenece a la CRB?

Como miembros no pertenecen, ellas están reunidas en federaciones y dependen de los obispos, pero tienen un contacto muy intenso con nosotros. Por ejemplo, les enviamos, por cortesía, a todos los monasterios de Brasil nuestra revista y también hubo un tiempo en el que la CRB tenía un programa de formación para las contemplativas. En 2012 realizamos un encuentro nacional de la vida contemplativa en Aparecida, en el que participaron 300 monjes y monjas de todas las federaciones de Brasil. La idea es hacerlo cada tres años, pero el año pasado coincidió con la celebración del Año de la Vida Consagrada y lo pospusimos.

¿Cómo valora la sensación de cierta inconsistencia que vivimos?

Creo que esta inconsistencia es un fruto de nuestro tiempo. Hay mucha provisionalidad e inestabilidad de la persona. No se aceptan compromisos definitivos. Dentro de la vida religiosa creo que tenemos demasiadas estructuras que ya no son de este tiempo. Creo que los carismas son maravillosos en su intuición histórica, pero aun así no atraemos a los jóvenes. Yo no tengo una respuesta pero también me hago la pregunta: ¿Por qué realmente nuestras estructuras y carismas no responden a estos nuevos tiempos que nos toca vivir? ¿Por qué no conseguimos actualizar de verdad nuestro carisma? Como decía mi fundadora que murió hace 3 años: “Si no somos fieles al carisma y logramos actualizarlo, moriremos”. La fidelidad al carisma fundacional es garantía de vida evangélica.

¿Cree que los carismas pierden con las comunidades «inter»?

No, creo que no. Para mí la intercongregacionalidad no se da porque seamos pocos sino porque nace del Espíritu. En Brasil nos unimos para ponernos al servicio de las personas, sobre todo de los más pobres, como en situaciones de trata de personas. Estas iniciativas nacen respondiendo a un clamor de la vida. Además se apuesta por aportar a estas comunidades personas muy valiosas. No podemos olvidar que si una persona no vive bien en su comunidad tampoco lo hará en una comunidad «inter».

Hasta aquí, sus respuestas. No se refleja la dinámica de actividad que se respira en cada departamento y persona. Llamadas, convocatorias, encuentros, programas… con un denominador común: la sinergia que nace de la vida compartida y repartida. ¿Tendrá su origen en la pequeña comunidad parábola de la CRB?

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