Juan Pico, sj.: “El lugar donde los mártires de la UCA fueron asesinados se ha convertido en un santuario”

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NOTICIAS 2015 – La Universidad Centro Americana (UCA) de El Salvador ha marcado diferentes momentos de la vida del jesuita Juan Hernández Pico, siendo el martirio de lgnacio Ellacuría y sus compañeros, del que este 16 de noviembre se cumple 26 años, el momento que podríamos decir ha influido más decisivamente, tanto en él como en sus compañeros jesuitas y en la propia Iglesia salvadoreña.De origen vasco, compañero desde niño de andanzas estudiantiles de Jon Sobrino, llegó a Panamá en 1960 y desde entonces se ha ido moviendo por diferentes países de Centroamérica, identificándose y comprometiéndose con sus gentes y pueblos hasta el punto de nacionalizarse guatemalteco. Los recuerdos de tantos años han sido recogidos en un libro autobiográfico, presentado este año, en el que se recogen las experiencias vividas a lo largo de tanto tiempo.

En esta entrevista nos cuenta lo que la UCA ha supuesto en su vida y lo que el martirio de sus compañeros jesuitas ha representado y continúa representando para la universidad en la que enseña y vive su día a día.

¿Qué han significado los mártires de la UCA para la Iglesia salvadoreña y la Iglesia latinoamericana?

Que una universidad eclesial, de inspiración cristiana, haya sufrido persecución y, como consecuencia, haya tenido lugar el asesinato y el martirio, eso es una novedad en América Latina y en el mundo entero, pues los centros de la Academia no es un lugar donde el testimonio de la fe llegue hasta estos extremos, siendo éste un testimonio profundo de que la universidad no está separada del pueblo latinoamericano.

¿Qué es lo que ha representado la UCA en su vida como jesuita, como profesor?

Yo llego a la UCA en dos momentos avanzados de mi vida, y un tercero un poco joven. Teniendo 34 años participé en un proyecto conjunto entre el Centro de Investigación Social de la Compañía de Jesús en Centroamérica, al cual pertenecía, y la UCA de San Salvador, para investigar el fraude electoral del año 1971-72 en El Salvador, que negó la presidencia a José Napoleón Duarte, de la Democracia Cristiana, que había ganado las elecciones, pero las perdió por fraude y tuvo que salir al exilio.

Entonces, Ignacio Ellacuría, nos pidió a mí y al mayor amigo que he tenido en mi vida, Cesar Jérez, sj, guatemalteco, que hiciéramos un estudio de investigación sobre este fraude, lo que terminó publicándose junto con otras aproximaciones a los programas que se debatieron en esas elecciones en un libro, que se llamó “El Año Político: El Salvador 1971-72”, y que fue un desafío de la UCA y del Centro de Investigación y Acción Social a un gobierno que era prácticamente dictatorial, que en aquel momento no tomó represalias.

El segundo momento fue en 1990, después del asesinato de los jesuitas, en el que estuve cinco años trabajando tanto en Sociología como en Teología. Fue una decisión de ofrecerme al provincial de la Compañía de Jesús después del asesinato de mis compañeros. Ignacio Ellacuría y Amando López fueron amigos míos personales, como he escrito en mi autobiografía. Entonces yo sentí una inmensa deuda con ellos.

El año 2007, poco antes de Aparecida, vino el resultado de muchos años de conspiración del cardenal López Trujillo y otros obispos latinoamericanos contra la teología de Jon Sobrino. El padre general de la Compañía de Jesús, Peter Hans Kolvenbach, supo que se acercaba el momento, probablemente para intentar influir en Aparecida, de la publicación de una advertencia de la Congregación de la Doctrina de la Fe contra Jon Sobrino y su teología, por lo que el provincial me dijo que asumiese la Cristología en la UCA por, al menos, aquel semestre, para darle a Jon Sobrino la posibilidad de descansar. Como él es amigo desde hace mucho tiempo también, estudiamos juntos en el mismo colegio de Bilbao, le dije que contase conmigo. Después, y eso es lo que pasa cuando no lo haces tan mal, me dijo que me iba a quedar en Teología, por lo que desde 2007 estoy en la UCA.

Es un trabajo muy importante, pues alrededor de ocho congregaciones religiosas envían su gente al departamento de Teología de la UCA para realizar sus estudios, por lo que estamos haciendo un servicio importante a la Iglesia centroamericana.

¿Se siente esa presencia de los mártires en la vida del día a día de la UCA?

Totalmente. Para mí ha sido una de las experiencias más importantes, porque, en realidad, el lugar donde ellos fueron asesinados se ha convertido en un santuario, empezando por las tumbas, que están en la capilla de Jesucristo Liberador, que está muy cerquita del departamento de Teología y del centro que lleva el nombre de Monseñor Romero. En ese mismo centro, en su hall, está una gran estancia, que es la sala memorial de los mártires, con reliquias del mismo Romero, del padre Rutilio Grande, que fue asesinado en 1977, y de los mártires de la UCA, también de las tres religiosas norteamericanas y una laica, que fueron asesinadas en diciembre de 1980.

También está el lugar donde les asesinaron, que se ha convertido en un jardín de rosas, sembradas por el esposo de doña Julia Elba, que mataron junto con su hija aquella misma noche, que había pedido refugio en nuestra casa, creyendo que iba a estar más segura y, sobre todo, que iba a poder dormir, pues en el lugar en el que ella dormía había demasiada bulla por los estallidos de bombas.

Ese lugar es visitado diariamente por institutos, escuelas, desde primaria hasta el último año de secundaria. Pasan prácticamente todas las escuelas de la capital, San Salvador, y muchas que vienen desde el interior del país. También hay peregrinaciones continuas, sobre todo de norteamericanos, que vienen en el aniversario de la muerte de Romero, de los mártires de la UCA y los meses del verano. También hay presencia de españoles e ingleses como grupos. Eso hace que todo el día estemos con la memoria de ellos.

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Fuente: periodistadigital.com, 16/11/2015

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