“La luz de Nazaret ilumina a la familia”. Reflexiones del Sínodo de la Familia

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REFLEXIONES| 06.11.2015|  Durante el pasado mes de octubre he tenido la fortuna de participar, representando a los religiosos de la USG, en el Sínodo de la Familia, convocado por el Papa Francisco bajo el lema: “La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo”. Lo he vivido con agradecimiento y como una profunda experiencia de comunión eclesial, sintiéndome parte de una Iglesia que camina junta, en comunión, buscando leer la realidad con los ojos de la fe y el corazón de Dios; acompañando a los hermanos y a las familias como buenos samaritanos capaces de unir fe y vida, doctrina y pastoral; y también, con una actitud abierta al Espíritu convencido de que “las puertas cerradas traicionan la misión de la Iglesia que busca, se inclina, cura, atiende a los enfermos que necesitan médico”; sin miedo a la verdad de la fe ni a la misericordia “corazón del evangelio” que venda las heridas después, no antes, de curarlas aunque hacerlo duela. Y también lo he vivido dando gracias a Dios por el testimonio heroico de aquellas familias que viven y celebran coherentemente la fe en tantas partes del mundo y en situaciones, en ocasiones, realmente difíciles.

La noche del día 24 de octubre se celebró en Roma la Vigilia de oración previa al inicio del Sínodo. Tras escuchar testimonios de novios y familias, reflejo de la diversidad de situaciones y de también del compromiso de fidelidad, el Papa, ante miles de familias recordó, en un precioso discurso, en clara sintonía con el carisma y apostolado educativo-familiar de mi Congregación de “Hijos de la Sagrada Familia”, que es necesario “Volver a Nazaret”, a la vida de la Sagrada Familia que con “el trabajo silencioso, por la oración humilde”, nos enseñan que el modo de entender hoy a la familia es entrar “también nosotros en el misterio de la Familia de Nazaret, en su vida escondida, cotidiana y ordinaria, como es la vida de la mayor parte de nuestras familias, con sus penas y sus sencillas alegrías; vida entretejida de paciencia serena en las contrariedades, de respeto por la situación de cada uno, de esa humildad que libera y florece en el servicio; vida de fraternidad que brota del sentirse parte de un único cuerpo”.

El Papa, recordando a Charles de Foucault, dijo con claridad: “Volvamos a Nazaret para que sea un Sínodo que, más que hablar sobre la familia, sepa aprender de ella, en la disponibilidad a reconocer siempre su dignidad, su consistencia y su valor, no obstante las muchas penalidades y contradicciones que la puedan caracterizar”. Que Jesús viviera treinta años de vida familiar en Nazaret y tres años de vida pública significa la gran importancia de la familia a los ojos de Dios; que enseñara lo vivido y experimentado en el hogar nos recuerda la fuerza de los orígenes: un tiempo de intimidad familiar en el que bajo la mirada de María y de José crecía acompañado de tantos gestos pequeños y cotidianos que nacen en la vida del hogar. Volver a Nazaret es una clara invitación a “vivir en el hogar” y también a repensar la pastoral para que responda, desde la escucha previa y la cercanía a la historia cotidiana, a la totalidad de la experiencia y de la persona humana. Una pastoral que escucha a la familia, que propone Nazaret y camina con la familia hacia el ideal de una vida santa que es posible alcanzar, con la Gracia de Dios, pues cada familia “es siempre una luz, aunque débil, en la oscuridad del mundo”…

Reflexiones del Sínodo de la Familia

P. Jesús Díaz Alonso, SF
“Hijos de la Sagrada Familia”

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