Mensagem Final da Assembleia Eclesial da América Latina e Caribe apresentada pelo presidente do CELAM

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Monsenhor Miguel Cabrejos, presidente do CELAM, leu a Mensagem Final:

Nosotros, miembros de la Asamblea Eclesial, reunidos de modo virtual y presencial, en la sede de la Conferencia Episcopal Mexicana, del 21 al 28 de noviembre de 2021, bajo la mirada amorosa de Santa María de Guadalupe, saludamos al Pueblo de Dios en camino, a los hombres y mujeres de nuestra querida América Latina y el Caribe.

Nos ha unido el deseo de reavivar el espíritu de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, realizada en Aparecida en 2007, en sintonía con las anteriores Conferencias Generales y teniendo en el horizonte el Jubileo Guadalupano en 2031 y el Jubileo de la Redención en el 2033.

Confesamos que Jesucristo Resucitado quien nos ha convocado una vez más y, como en Aparecida, nos ha hecho reconocernos discípulos misioneros de su Reino, enviados a comunicar por desborde de alegría el gozo del encuentro con Él, para que todo tengamos en Él vida plena (cf. DAp 14). Desde entonces, Jesús nos acompaña en la tarea emprendida de repensar y relanzar la misión evangelizadora en las nuevas
circunstancias latinoamericanas y caribeñas. Tarea que nos ha comprometido en un camino de conversión decididamente misionera, para someterlo todo al servicio de la instauración del Reino de la vida (cf. DAp 366). Propósito en el que avanzamos y que requiere de mayor responsabilidad pastoral. Sueño profético al que el Señor hoy nos confirma y anima a vivir caminando juntos, guiados por su Espíritu.

Con gran alegría hemos vivido esta Asamblea como una verdadera experiencia de sinodalidad, en la escucha mutua y en el discernimiento comunitario de lo que el Espíritu quiere decir a su Iglesia. Hemos caminado juntos reconociendo nuestra poliédrica diversidad, pero sobre todo aquello que nos une, y en el diálogo nuestro corazón de discípulos se ha vuelto hacia las realidades que vive el continente, en sus
dolores y esperanzas.

Constatamos y denunciamos el dolor de los más pobres y vulnerables que sufren el flagelo de la miseria y las injusticias. Nos duele el grito de la destrucción de la casa común y la “cultura del descarte” que afecta sobre todo a las mujeres, los migrantes y refugiados, los ancianos, los pueblos originarios y escendientes. Nos duele el impacto y las consecuencias de la pandemia que incrementa más las desigualdades sociales, comprometiendo incluso la seguridad alimentaria de gran parte de nuestra población. Duele el clamor de los que sufren a causa del clericalismo y el autoritarismo en las relaciones, que lleva a la exclusión de los laicos, de manera special a las mujeres en las instancias de discernimiento y toma de decisiones sobre la misión de la Iglesia, constituyendo un gran obstáculo para la sinodalidad.

Nos preocupa también la falta de profetismo y la solidaridad efectiva con los más pobres y vulnerables.
Por otro lado, nos llena de esperanza la presencia de los signos del Reino de Dios, que llevan por caminos nuevos a la escucha y al discernimiento. El camino sinodal es un significativo espacio de encuentro y apertura para la transformación de estructuras eclesiales y sociales que permitan renovar el impulso misionero y la cercanía con los más pobres y excluidos. Vemos con esperanza la Vida Religiosa; mujeres y hombres que viviendo contracorriente dan testimonio de la buena nueva del Evangelio, así como la vivencia de la piedad popular en nuestros pueblos.

Esta Asamblea es un kairós, un tiempo propicio para la escucha y el discernimiento que nos conecta de forma renovada con las orientaciones pastorales de Aparecida y el magisterio del Papa Francisco, y nos impulsa a abrir nuevos caminos misioneros hacia las periferias geográficas y existenciales y lugares propios de una Iglesia en salida.

¿Cuáles son entonces esos desafíos y orientaciones pastorales que Dios nos llama a asumir con mayor urgencia? La voz del Espíritu ha resonado en medio del diálogo y el discernimiento señalándonos varios horizontes que inspiran nuestra esperanza eclesial: la necesidad de trabajar por un renovado encuentro de todos con Jesucristo encarnado en la realidad del continente; de acompañar y promover el protagonismo de los jóvenes; una adecuada atención a las víctimas de los abusos ocurridos en contextos eclesiales y comprometernos a la prevención; la promoción e la participación activa de las mujeres en los ministerios y en los espacios de discernimiento y decisión eclesial.

La promoción de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural; la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo; la promoción de la participación de los laicos en espacios de transformación cultural, política, social y eclesial; la escucha y el acompañamiento del clamor de los pobres, excluidos y descartados. La renovación de los programas de formación en los seminarios para que asuman la ecología integral, el valor de los pueblos originarios, la inculturación e interculturalidad, y el pensamiento social de la Iglesia como temas necesarios, y todo aquello que contribuya a la adecuada formación en la sinodalidad. Renovar a la luz de la Palabra de Dios y el Vaticano II nuestro concepto y experiencia de Pueblo de Dios; reafirmar y dar prioridad a la vivencia de los sueños de Querida Amazonía; y acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, tierra y sus culturas.
Con gran gratitud y alegría reafirmamos en esta Asamblea Eclesial que el camino para vivir la conversión pastoral discernida en Aparecida, es el de la sinodalidad.

La Iglesia es sinodal en sí misma, la sinodalidad pertenece a su esencia; por tanto, no es una moda pasajera o un lema vacío. Con la sinodalidad estamos aprendiendo a caminar juntos como Iglesia Pueblo de Dios involucrando a todos sin exclusión, en la tarea de comunicar a todos la alegría del Evangelio, como discípulos misioneros en salida.

El desborde de la fuerza creativa del Espíritu nos invita a seguir discerniendo e impulsando los frutos de este acontecimiento eclesial inédito para nuestras Iglesias y comunidades locales que peregrinan en América Latina y el Caribe. Nos comprometemos a seguir por el camino que nos señala el Señor, aprendiendo y creando las mediaciones adecuadas para generar las transformaciones necesarias en las mentalidades, en las relaciones, en las prácticas y en las estructuras eclesiales (cf. DSD 30).

El itinerario pastoral que tenemos frente a nosotros nos guiará en el proceso de conversión misionera y sinodal.

Damos gracias al Señor de la Vida y a todas las personas han hecho posible la realización de esta Asamblea y los ponemos bajo la protección de la Virgen de Guadalupe que acompaña con su ternura de madre el caminar de la Iglesia en este continente. Le encomendamos los frutos de este acontecimiento eclesial, y pedimos su intercesión para que con valentía y creatividad lleguemos a ser una Iglesia en salida,
sinodal y misionera que el Señor espera de nosotros, porque todos somos discípulos misioneros en salida.

Dado en la ciudad de México, el 27 de noviembre del Año del Señor 2021

Em português

Nós, membros da Assembleia Eclesial, estivemos reunimos virtualmente e pessoalmente, na sede da Conferência Episcopal Mexicana, de 21 a 28 de novembro de 2021, sob o olhar amoroso de Nossa Senhora de Guadalupe, e queremos cumprimentar o Povo de Deus a caminho, os homens e mulheres da nossa amada América Latina e do Caribe.

Estamos unidos pelo desejo de reviver o espírito da V Conferência Geral do Episcopado Latino-Americano e do Caribe, realizada em Aparecida em 2007, em sintonia com as Conferências Gerais anteriores e tendo no horizonte o Jubileu Guadalupense em 2031 e o Jubileu da Redenção em 2033.

Confessamos que o Cristo Jesus Ressuscitado que nos convocou mais uma vez e, como em Aparecida, nos fez reconhecer como discípulos missionários de seu Reino, nos envia para comunicar, por transbordamento de júbilo, a alegria do encontro com Ele, para que possamos ter uma vida plena Nele (cf. DAp 14). Assim, Jesus nos acompanha na tarefa empreendida para repensar e relançar a missão evangelizadora nas novas circunstâncias latino-americanas e caribenhas. Uma tarefa que nos comprometeu a uma jornada de conversão que é decididamente missionária, a fim de submeter tudo ao serviço do estabelecimento do Reino da Vida (cf. DAp 366). Propósito este em que avançamos e que requer maior responsabilidade pastoral. Sonho profético ao qual o Senhor hoje confirma e nos encoraja a viver caminhando juntos, guiados por seu Santo Espírito.

Com grande alegria vivemos essa Assembleia como uma verdadeira experiência de sinodalidade, em escuta mútua e no discernimento comunitário do que o Espírito Santo quer dizer à sua Igreja. Caminhamos juntos, reconhecendo nossa diversidade poliédrica, mas acima de tudo, reconhecendo o que nos une, e nesse diálogo, nossos corações como discípulos se voltaram para as realidades que o continente está vivenciando, em suas dores e esperanças.

Constatamos e denunciamos a dor dos mais pobres e vulneráveis que enfrentam o flagelo da miséria e da injustiça. Sofremos com o grito da destruição do lar comum e da “cultura do descartável”, que afeta especialmente mulheres, migrantes e refugiados, idosos, povos indígenas e afrodescendentes. Sofremos com o impacto e as consequências da pandemia, que aumenta ainda mais a igualdade social, comprometendo inclusive a segurança alimentar de grande parte da nossa população. Fere o grito daqueles que sofrem por causa do clericalismo e do autoritarismo nas relações, o que leva à exclusão dos leigos, especialmente das mulheres nos casos de discernimento e tomada de decisão na missão da Igreja, constituindo um grande obstáculo à sinodalidade.

Também estamos preocupados com a falta de profetismo e com a falta de empenho em uma verdadeira solidariedade com os mais pobres e vulneráveis.

Por outro lado, estamos cheios de esperança pela presença dos sinais do Reino de Deus, que nos levam a novos caminhos para a escuta e o discernimento. O caminho Sinodal é um espaço significativo de encontro e abertura para a transformação de estruturas eclesiais e sociais que possibilitam renovar o impulso missionário e a proximidade com os mais pobres e excluídos. Vemos com esperança a Vida Religiosa; mulheres e homens que vivem contra a maré e testemunham a boa nova do Evangelho, bem como a experiência da piedade popular em nossos povos.
Essa Assembleia é um kairós, um momento propício para a escuta e discernimento que nos conecta de forma renovada com as orientações pastorais de Aparecida e com o magistério do Papa Francisco, e nos impele a abrir novos caminhos missionários para as periferias geográficas e existenciais e para lugares próprios de uma Igreja em saída.

Quais são, então, esses desafios e orientações pastorais que Deus nos chama a assumir com maior urgência? A voz do Espírito Santo ressoou em meio ao diálogo e ao discernimento, apontando-nos vários horizontes que inspiram nossa esperança eclesial: a necessidade de trabalhar para um encontro renovado de todos com Jesus Cristo encarnado na realidade do continente; acompanhar e promover o protagonismo dos jovens; atenção adequada às vítimas de abusos ocorridos em contextos eclesiais e comprometimento com a sua prevenção; a promoção da participação ativa das mulheres nos ministérios e em espaços de discernimento e decisão eclesial. A promoção da vida humana, desde a sua concepção até o seu fim natural; a formação na sinodalidade para erradicar o clericalismo; a promoção da participação dos leigos em espaços de transformação cultural, política, social e eclesial; a escuta e o acompanhamento do clamor dos pobres, excluídos e descartados. A renovação dos programas de formação nos seminários para que assumam a ecologia integral, o valor dos povos indígenas, a inculturação e a interculturalidade, e o pensamento social da Igreja como temas necessários, e tudo o que contribui para a formação adequada da sinodalidade.

Renovar à luz da Palavra de Deus e do Vaticano II nosso conceito e experiência do Povo de Deus; reafirmar e dar prioridade à experiência dos sonhos da Querida Amazônia; e acompanhar povos indígenas e afrodescendentes na defesa da vida, da terra e de suas culturas.

Com grande gratidão e alegria reafirmamos nessa Assembleia Eclesial que o caminho para viver a conversão pastoral discernida em Aparecida é o da sinodalidade. A Igreja é sinodal em si mesma, a sinodalidade pertence à sua essência; portanto, não é uma moda passageira ou um lema vazio. Com a sinodalidade estamos aprendendo a caminhar juntos como a Igreja do Povo de Deus, envolvendo todos sem exclusão, na tarefa de comunicar a todos a alegria do Evangelho, como discípulos missionários em saída.

O transbordar do poder criativo do Espírito Santo nos convida a continuar discernindo e promovendo os frutos deste evento eclesial sem precedentes para as nossas Igrejas e comunidades locais que peregrinam na América Latina e no Caribe. Comprometemo-nos a continuar no caminho que o Senhor nos aponta, aprendendo e criando as mediações adequadas para gerar as transformações necessárias nas mentalidades, relacionamentos, práticas e estruturas eclesiais (cf. DSD 30).

O itinerário pastoral que temos a nossa frente nos guiará no processo de conversão missionária e sinodal.

Agradecemos ao Senhor da Vida e a todas as pessoas que tornaram possível a realização dessa Assembleia e as colocamos sob a proteção da Virgem de Guadalupe que acompanha com sua ternura como mãe a caminhada da Igreja neste continente. Confiamos a ela os frutos deste evento eclesial, e pedimos sua intercessão para que com coragem e criatividade possamos nos tornar a Igreja em saída, sinodal e missionária que o Senhor espera de nós, porque somos todos discípulos missionários em saída.

Dado na Cidade do México, 27 de novembro, do Ano do Senhor de 2021

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